Adaptaciones de las manos en Australopithecus y Homo

La comparación de las manos casi completas que se han podido recuperar de Australopithecus sediba (1,95 millones de años) y de Homo naledi (241-335 miles de años) permite observar cómo estas dos especies se adaptaron a sus entornos en el sur de África de distintos modos, equilibrando el uso de herramientas, el procesamiento de alimentos y la locomoción (Syeda et al., 2025).

Aunque ninguno de los dos homininos se ha asociado todavía directamente con herramientas de piedra, varios aspectos de la morfología de las manos y de las muñecas de ambos sugieren que poseían una destreza manual mucho más similar a la de los humanos que a la de los chimpancés o gorilas actuales. Es decir, aquellas manos probablemente manejaron herramientas.

En el caso de Homo naledi, cerca de la mano de uno de los cuerpos hallados en la antecámara Hill (contigua a la cámara de Dinaledi, en el sistema de cuevas Rising Star) se halló un artefacto de piedra que, según plantean en su preprint Berger y otros (2025), podría haber sido utilizado para realizar grabados parietales en forma de líneas cruzadas y formas geométricas. Aunque este objeto puede ser natural y no un producto de la talla de herramientas (Martinón et al., 2024), tampoco se descarta que H. naledi lo adoptara como útil. En todo caso, sorprende su asociación con el esqueleto, en contacto directo con el mismo.

Tanto H. naledi como Au. sediba son especies que conservan ciertos rasgos morfológicos de apariencia simiesca, sobre todo en las extremidades superiores. Estos rasgos les resultarían ventajosos para escalar o trepar, aunque no se puede determinar si realmente lo hacían, o tal vez esa morfología está reflejando los remanentes evolutivos de un ancestro escalador o trepador. 

Atendiendo al grosor de los huesos, se obtienen conclusiones algo más significativas. En Au. sediba, la distribución del hueso cortical dentro de las falanges proximales e intermedias de la mayoría de sus dedos es simiesca. Sin embargo, los huesos del pulgar y del meñique son más parecidos a los de los humanos. Estos dos dedos se usan menos durante la escalada o la locomoción suspensiva y más en el manejo de herramientas.

Mientras tanto, en la mano de H. naledi se ha encontrado un patrón único, con un grosor de hueso más humano en las falanges proximales, pero más simiesco en sus falanges intermedias. Su pulgar es largo y robusto, y su muñeca tiene una morfología derivada, compartida con los neandertales y los humanos modernos. Posiblemente era una mano adaptada a una manipulación manual intensa (Kivell, Deane, Tocheri et al., 2015). Por otra parte, los huesos de los dedos de H. naledi son más largos y más curvados que en la mayoría de los australopitecos, lo que indica el uso frecuente de la mano para un agarre fuerte durante la escalada y la suspensión. Se propone una posible asociación de estas características con los agarres de engarce utilizados para escalar rocas, cuya superficie se sujeta principalmente con las puntas de los dedos. Todo ello parece indicar que H. naledi probablemente usó y cargó diferentes regiones de sus dedos de diversas maneras. Además, los dedos curvados de H. naledi contrastan con los de otros humanos contemporáneos a dicha especie: grupos basales de H. sapiens vivían a pocas decenas de kilómetros de Rising Star, prácticamente al mismo tiempo que H. naledi.

Esta adaptación tan diferente de las manos de los dos homininos Au. sediba y H. naledi a sus entornos, equilibrando el uso de herramientas, el procesamiento de alimentos y la locomoción, es otro factor en contra de una visión forzadamente lineal de la evolución, en este caso, de la mano. Sin ir más lejos, otro tipo de adaptación interesante lo encontramos en la mano de H. habilis, contemporáneo a Au. sediba. La mano del individuo OH 7 (de 1,75 Ma) procede del este de África. No se han encontrado restos de manos humanas del Pleistoceno inferior en el sur de África. La mano de OH 7 es grande, con dedos largos y falanges anchas, similar a la mano de los humanos modernos. El pulgar es oponible y largo, permitiendo la pinza de precisión. Las inserciones de los flexores son muy marcadas e indican una gran capacidad de agarre y manipulación de objetos. Pero también conserva rasgos asociables a cierta capacidad de trepa y vida arbórea, como los dedos relativamente largos, la curvatura de las falanges proximales y medias, intermedia entre la de los humanos modernos y la de los grandes simios actuales, así como las mencionadas inserciones de los flexores.

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