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Romito 2 es el esqueleto de un individuo masculino que vivió hace unos 11.500 años en la región de Calabria, al sur de Italia. Su edad al morir era de 17-20 años. Fue mencionado inicialmente por Graziosi (1963) y Messeri (1966), pero su primer estudio en profundidad fue publicado por Frayer et al (1987) y Frayer et al (1988). Tilley (2015) analizó el individuo bajo el método de la Bioarqueología del Cuidado (BdC) aplicando la herramienta estructurada del Índice del Cuidado (Tilley y Cameron, 2014).
Este esqueleto se halló muy bien conservado (un 75%), y lo primero que llama la atención de él es la baja estatura, de 110-120 cm. Además, muestra distintas patologías, como la desproporción de sus extremidades y anomalías en los brazos, muñecas, manos, pies, vértebras y cráneo. La etiología de talla baja, macrocefalia y displasia ósea corresponden a una forma extrema de enanismo llamada displasia acromesomélica.
Su cuerpo formó parte de un enterramiento doble. Junto a él, se depositó también una mujer de 25-30 años (Romito 1), aparentemente con los brazos de él sobre ella. La estatura de la mujer Romito 1 era de 144 cm, y se trata de uno de los individuos más pequeños y gráciles del Paleolítico superior europeo. Aunque se ha propuesto un posible motivo ritual del enterramiento doble por la característica común del pequeño tamaño de ambos, esto no se puede determinar, ni tampoco un vínculo genético entre los dos. Asociado a Romito 2, se colocaron dos cuernos de uro (Bos primigenius), uno en la parte superior y otro en la parte inferior de su cuerpo.
Su contexto indica que estos individuos pertenecían a un grupo pequeño de cazadores-recolectores del Paleolítico superior que vivía en un terreno montañoso, en el cual tenía alta movilidad. Su dieta era abundante en carne, si bien también tenían episodios frecuentes de carencia nutricional.
Con esto, acabamos de resumir la primera etapa del método de la BdC, en la que hemos documentado los restos esqueletales, sus patologías, el tratamiento funerario, y el contexto ecológico y de modo de vida del grupo. La segunda etapa corresponde a la identificación de los impactos clínicos y funcionales, y su severidad, que permiten evaluar la necesidad de cuidados que pudo requerir Romito 2.
Los impactos clínicos ciertos que afectaron a Romito 2 fueron su enanismo extremo, la extensión limitada de los brazos (no podía doblarlos más de 130°), la limitación de la pronación y supinación de sus brazos, y la deformación de manos y pies. Muy probablemente, Romito 2 tuvo un retraso del desarrollo motor durante la infancia, carencia de movilidad y resistencia, y reducida capacidad de agarre y manipulación. Es probable además que sufriera momentos de dolor neuropático y complicaciones cardiovasculares, respiratorias y endocrinas.
Estos problemas no impedirían a Romito 2 realizar actividades esenciales diarias, como el acceso a alimentos y agua sin ayuda, comer y beber, gestionar su higiene personal, manipular objetos, y la movilidad en distancias cortas. Sin embargo, tendría restricciones para llevar a cabo ciertas actividades instrumentales, demandas básicas del modo de vida de su grupo como la participación en algunas tareas económicas (caza) y domésticas (trabajo sobre piedra, hueso y madera), la movilidad en los terrenos difíciles donde vivían, y tal vez el aprendizaje y aplicación del conocimiento. Por tanto, en aquel grupo claramente existió una necesidad de cuidados a Romito 2.
¿De qué tipo serían esos cuidados? La tercera etapa del método consiste en esbozar el modelo de cuidados aportados al individuo. Probablemente Romito 2 no requeriría acciones de ayuda directa, pero sí una adaptación del grupo a los problemas que podría tener en su desarrollo, movilidad y participación en las actividades económicas y sociales. Es posible que se necesitara extender la crianza en el periodo inicial de su infancia, para compensar los retrasos en el desarrollo motor. Superada la infancia, el grupo aceptó las diferencias funcionales físicas del individuo y se ajustó a ellos, revisando las expectativas ordinarias de un miembro del grupo. Las evidencias de su dieta, la misma que el resto del grupo, y las características de su enterramiento indican una plena inclusión social. Es también posible que el grupo buscara la posible adopción de estrategias alternativas para la participación del individuo en sus actividades económicas, tales como buscar plantas o leña.
Con todo ello, llegamos a la cuarta y última etapa. ¿Cuál es la interpretación que podemos realizar de los cuidados que recibió Romito 2, bajo las perspectivas grupal e individual? Por una parte, en un grupo pequeño con economía de subsistencia, mantener a un individuo incapaz de contribuir por igual está expresando una cohesión interna, y capacidad y disposición para gestionar la asignación de tareas y los recursos escasos. Por otra parte, es improbable que el enanismo se conociera anteriormente, así que la «aceptación de la diferencia» sugiere una flexibilidad social y cognitiva del grupo, donde todos los miembros del grupo son parte de un todo indivisible, y las diferencias individuales son secundarias. Para el individuo, los constantes retos físicos que afrontó en un entorno vital tan duro, sugieren una notable resiliencia.
Bioarqueología del Cuidado
La BdC es una línea de trabajo que aborda la identificación y análisis de evidencias de discapacidad y de cuidados entre humanos en el pasado, a partir de los indicadores físicos de los restos de individuos que sugieren un periodo de supervivencia con patologías graves y/o limitantes funcionalmente. Junto con los contextos cultural, social y ecológico de dichos individuos, permite inferir aspectos de un comportamiento notablemente vinculado a los seres humanos como es el cuidado, así como de las habilidades sociales que emplearon en su grupo para adaptarse a aquella situación. Sigue leyendo →