¿Qué se siente al ser descubridor de arte rupestre? Esta pregunta siempre me la he hecho: cuando era chico y comenzaba a leer sobre ello, recuerdo pensar que todo el arte rupestre que aún perduraba seguramente ya estaría descubierto, porque el ser humano tiene conocimiento y control total del medio que habitamos. Nada más lejos de la realidad…
La increíble cueva de Chauvet (Francia) fue descubierta en 1994, y contiene algunas de las pinturas rupestres más antiguas que se conocen (un grupo de la época Auriñaciense de hace 32000 y otro Gravetiense de 26000 años). Y no son pocas ni pequeñas, sino numerosísimas y de una calidad espectacular. La cueva está cerrada al público, pero no importa: el documental “La cueva de los sueños olvidados” (Werner Herzog, 2010) permite recorrerla y conocer sus pinturas en detalle.
En 2014 se descubrió en España, en la cueva de Lumentxa (Vizcaya), un conjunto de pinturas del Magdaleniense, de una antigüedad similar a las más famosas del techo de los polícromos de Altamira: 12.000-14.000 años. Son dos grandes bisontes de 1,70 m (pintados sobre el perfil de la roca) y una cabeza de caballo, en ocre rojo. Además hay manchas dispersas por la cueva y una lasca de sílex introducida en un orificio de la pared.
También en Vizcaya, en la cueva de Askondo (a unos 40 km de la de Lumentxa) se descubrió en 2011 arte de los periodos Gravetiense y Solutrense, de entre 28.000 y 18.000 años de antigüedad, coetáneo a las primeras pinturas de Altamira. Son una docena de caballos y manos, algunos grabados y otros pintados en rojo.
Además destaca un hueso de animal insertado en una pared, característico de la zona de los Pirineos en esa época, lo que sugiere el contacto entre poblaciones. También sorprende la pintura de un caballo con morro de pico de pato, propio de esos periodos en Lascaux (Francia), Andalucía y Portugal.
A finales de 2014 se publicó el hallazgo de nuevos grabados magdalenienses en una cueva de Cueto Grande (Mogro, Cantabria). Las peculiaridades de su acceso, estructura y dimensiones, así como la zona donde se encuentra (una gran área donde bisontes, caballos y uros pastaban hace 12.000 años), hacen que este lugar tenga mucho potencial para nuevos descubrimientos.
Otro ejemplo en 2015 es la cueva guipuzcoana de Erlaitz, donde se han encontrado ocho figuras de caballos, ciervos y uros, grabados hace entre 22-15.000 años, y muy similares a los famosos grabados de la cueva de El Castillo (Cantabria).
Y el último ejemplo (por ahora) es un conjunto de más de 70 grabados y pinturas datados en 14.000 años, hallados en otoño 2015 en la cueva Atxurra (Vizcaya). Representan sobre todo bisontes y caballos, y también alguna cierva y cabra. Algunos están abatidos, y un bisonte presenta 20 proyectiles clavados. Se encontraban en sitios de muy difícil acceso, y destaca la presencia en el suelo de restos de las herramientas de sílex y los pigmentos empleados, que se conservan de manera intacta junto a los paneles.

Arte rupestre en Atxurra. Foto: http://www.eitb.eus
¿Cómo se puede descubrir arte rupestre a estas alturas?
Muchas muestras de arte, al igual que hace un siglo, se descubren por pura casualidad. En determinados casos, después de trabajos intensos de prospección.
En Askondo, varios arqueólogos comprobaban si algunos yacimientos conocidos en la zona estaban o no destruidos por las canteras del siglo pasado.
En el caso de Lumentxa, también unos arqueólogos (algunos coincidentes con Askondo) vieron que la verja de la cueva estaba forzada y entraron a echar un vistazo, y entonces se fijaron en donde nadie se había fijado antes.
El caso de Chauvet es distinto: tres espeleólogos (uno de ellos dio Jean-Marie Chauvet, que dio nombre a la cueva), buenos conocedores de la zona, localizaron una pequeña cavidad en la roca de la que emanaba una ligera corriente de aire, y terminaron encontrando la gruta y sus pinturas.
¿Qué sintieron sus descubridores?
“No sé si vimos nosotros a los bisontes o ellos nos vieron a nosotros”, describió uno de los descubridores de las pinturas de Lumentxa.
En Chauvet, cuando descubrieron la cueva estaba anocheciendo y no tenían material para explorarla adecuadamente, pero la emoción les impidió contenerse: en vez de regresar al día siguiente, volvieron a los vehículos a coger lo esencial para entrar… “¡Aquí están!”, gritó uno de ellos al iluminar un mamut pequeño pintado en ocre rojo.