Nos situamos en el tramo final del Paleolítico superior, cuando los humanos crean grandes innovaciones como las herramientas líticas en forma de láminas y laminillas de forma extensiva, la diversificación de la industria ósea en una gran cantidad de útiles, y el auge de los objetos de arte mueble ricamente decorados. La decoración adquiere también protagonismo en la ejecución de utensilios domésticos como espátulas y azagayas, así como en los objetos donde me quiero detener en esta entrada: los propulsores.
El propulsor es un artefacto para impulsar venablos armados con azagayas o puntas de proyectil líticas. Está formado por un astil con una protuberancia o gancho en su extremo. El astil solía ser de madera, y el gancho de hueso o asta (normalmente de ciervo o de reno, al ser muy comunes en Europa). El extremo de esta pieza tiene una zona biselada que se fija al astil con una amalgama de resina y cenizas y una ligadura de fibras vegetales o animales.
Los propulsores servían como prolongación del antebrazo para mejorar la potencia, el control y la precisión durante el lanzamiento. Estos objetos ayudaban en la caza de grandes mamíferos (reno, ciervo, caballo, cabra), para abatirlos desde la distancia, mitigando la agresividad de la acción y la dificultad del acercamiento al animal. Hace unos 400.000 años ya se fabrican las primeras lanzas de madera (Clacton-on-Sea, Schöningen, Bad-Cannstatt), pero los propulsores no surgen hasta mucho tiempo después, a finales del Solutrense, alrededor de hace 18.000 años. Hasta la aparición del arco, el propulsor era el instrumento más eficaz para cazar, y se ha utilizado desde la prehistoria hasta nuestros días, desde el círculo polar ártico hasta Oceanía. En América se le suele llamar con el nombre de atlatl.
Los primeros propulsores se encontraron en Laugerie-Basse (Francia) en 1862, pero no se identificó su función hasta 1891, a partir de analogías con objetos similares descritos en estudios etnográficos. El propulsor más antiguo conocido es del Solutrense superior, procede de Combe-Saunière I, y fue descrito por Pierre Cattelain. En Le Placard hay otros tres propulsores atribuidos por Henri Breuil al Magdalensiense inferior, aunque no es descartable un origen solutrense. El propulsor de la cueva de El Castillo también se cuenta entre los más antiguos, proveniente del Magdaleniense inferior.
Tipos de propulsores
Según la forma de apoyo que presta el propulsor al venablo, y a la decoración realizada en el área distal, suelen distinguirse varios tipos de propulsores:
- Femenino, con una acanaladura que termina en forma de talón ahuecado.
- Andrógino (o tipo 1, según la clasificación propuesta por Cattelain), con una hendidura que recorre toda o parte de la cara dorsal, y termina con un espolón para apoyar el talón del venablo.
- Masculino, con un gancho que sobresale en el extremo distal de la cara dorsal, que se introduce por una pequeña concavidad en el extremo proximal del proyectil. Puede tener decoración somera o inexistente (tipo 2), decorado a surco profundo (tipo 3) o decorado con una figura esculpida de bulto redondo (tipo 4), que suele representar un zoomorfo. En ocasiones el gancho está integrado en la decoración. También se conoce un propulsor masculino realizado en un bastón perforado (tipo 5) procedente de Mas d’Azil.

Propulsores tipo 4: 1) y 4) Mas d’Azil, 2) Badeilhac, 3) Enlene, 5) Arudy. Crédito: Cattelain, 2005: 314, Figs. 15-16.
¿Propulsor o arco?
El propulsor suele considerarse como la única herramienta desarrollada para impulsar venablos durante el Paleolítico superior. Aunque ya se ha dicho que los primeros conocidos se remontan a finales del Solutrense, la existencia de determinados útiles en el Auriñaciense como las azagayas de base hendida podría significar un primer desarrollo de propulsores realizados en madera, material muy difícil de conservarse. De igual forma, aunque no se han encontrado evidencias de restos de arcos en el Paleolítico superior, algunos autores proponen su existencia en este periodo a través de interpretaciones del arte parietal, como la del objeto que porta la figura conocida como chamán de Les Trois Frères (normalmente visto como una flauta o un arco musical).
Ventajas del arco
El arco permite el lanzamiento de proyectiles ligeros, fáciles de transportar y en abundancia, mientras que los pesados venablos usados en los propulsores solo pueden ser transportados en un número pequeño de tres o cuatro. Además, estos solo pueden ser lanzados en zonas abiertas.
Ventajas del propulsor
La velocidad, potencia y precisión del lanzamiento de un venablo de madera con un propulsor produce un mayor impacto contra el animal, con más posibilidades de atravesar y dañar sus huesos y de alcanzar órganos vitales.
Por otra parte, dado que las puntas de sílex son más frágiles en estos impactos, las azagayas de asta son idóneas para el uso del propulsor.
El propulsor de la cueva de El Castillo
Se trata del más antiguo conocido en la península ibérica, con una datación estimada en unos 17.000 años. Se encontró en 1911 en el nivel 8, en las excavaciones dirigidas entre 1910 y 1918 por Hugo Obermaier, entre azagayas y bastones perforados. Está realizado en asta de ciervo y se conserva en su totalidad a excepción de la punta del gancho.
El extremo tiene un adelgazamiento progresivo con seis estrías profundas y paralelas en sentido transversal, que facilitaban la sujeción con un adhesivo al resto de la pieza, posiblemente un astil de madera. La zona distal está recortada sobre el asta, y muestra una silueta definida que podría sugerir que tenía representados el cuello y la cabeza de un animal. Correspondería al tipo 2 en la clasificación de Cattelain mencionada anteriormente.
Reproducción de un propulsor
Generoso regalo de su autor, Saúl Fernández, este magnífico propulsor está realizado con madera de avellano, asta de ciervo en la roseta y el extremo, pegamento de resina de árbol, ceniza y cera de abeja, cinta de cuero en la zona de agarre, y cuerda de lino vegetal para enmangar la roseta al astil. Está grabado con representaciones parietales de las cuevas prehistóricas de Cantabria: caballos y bóvido de Hornos de la Peña, caballos y cabra de Las Monedas, cierva de El Pendo, ciervos de Las Chimeneas, y los antropomorfos de Hornos de la Peña y de La Pasiega. En el extremo de la roseta, un antropomorfo de Monfragüe.
Referencias
- Garrido Pimentel D. (2020). Clasificación tipológica y cadena operativa del instrumental óseo durante el Paleolítico superior cantábrico. El modelo de Aitzbitarte IV y Bolinkoba. Monografías Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, nº 27.
- De las Heras Martín C., García Mingo M. I. y García Munúa J. A. (2003). El propulsor de la cueva del Castillo (Puente Viesgo, Cantabria). Ed. Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica.
- Cattelain P. (1994). La chasse au Paléolithique supérieur. Arc ou propulseur, ou les deux? Archéo-Situla, 21-24 : 5-26.
Excelente artículo.
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