Situada cerca de Escobedo de Camargo (Cantabria, norte de España), la cueva El Pendo tiene una gran diferencia respecto al resto de cuevas cántabras: consiste en una única gran sala de impresionantes dimensiones, 22 m alto, 45 m ancho y 80 m largo. El aporte de agua se produce de forma transversal y no vertical, por lo que la cueva carece de espeleotemas.
Un derrumbamiento sucedido hace entre 9000-1500 años cambió su forma radicalmente. En la actualidad, varios metros del vestíbulo exterior están bajo rocas, donde antes estarían protegidos por una enorme visera, lugar en que se desarrollaría buena parte de la actividad humana. A pesar del derrumbamiento, el aporte de luz desde la boca de la cueva es actualmente notable, y sería mayor durante su ocupación en el Paleolítico.
De entrada, su forma, dimensiones e iluminación ya le dan a la cueva un carácter muy especial, algunos dirían mágico, que ayuda a entender las consideraciones que describiré en este post.

Cueva El Pendo. Vista completa desde la verja de entrada, con el friso de las pinturas al fondo y el yacimiento hacia la mitad de la sala. Foto: eldiario.es
En el interior se han realizado intervenciones arqueológicas durante 100 años, desde finales del XIX hasta los años 1990s.