La cueva de Chufín es una de las 18 cuevas de la zona cantábrica española declaradas en 2008 Patrimonio Mundial por la UNESCO. Por ilustrar la importancia de ese status, hasta ese año solo Altamira gozaba del mismo, desde 1985.
Se encuentra en el oeste de Cantabria, próxima al límite con Asturias en el pequeño valle que forma el río Nansa, casi en realidad un desfiladero. Su acceso es muy peculiar, necesitándose caminar 15 minutos desde el pueblo más próximo (Riclones), atravesando un bosque precioso…
… y subiendo un sendero escarpado que bordea el río. De hecho parte de este sendero se inunda en invierno debido al crecimiento del cauce del río, que justo en ese punto está embalsado (Embalse de Palombera), por lo que la cueva solo es accesible en verano. Hasta hace un par de años, antes de la gestión pública de la cueva, se usaba una barca para sortear el tramo inundado del camino. Esta opción ya no se permite por seguridad, aunque aquellas barcas siguen amarradas donde siempre han estado. El antiguo guía de la cueva, ya jubilado, cuenta que incluso en algunas ocasiones las barcas volcaron.
En esta zona hay otras cuatro cuevas con arte rupestre, pero no visitables. De hecho, se sospecha que alguna cueva más con arte rupestre pudo haber quedado inundada con la creación del embalse en 1952, ya que una de las cuatro que se conocen, la de Micolón, se halla justo en la boca del embalse.
La ocupación de la cueva
Chufín se descubrió en 1972, como casi siempre por casualidad, en una excursión organizada por el entonces director del embalse.
Se ha documentado la ocupación de la cueva desde el Gravetiense o inicios del Solutrense (grabados del vestíbulo de unos 22-24.000 años) y en el Solutrense (pinturas de la cueva de unos 21.000 años, y restos de hogueras de 15.000 años en el vestíbulo).
Aparte de grabados y pinturas, también se han encontrado puntas solutrenses de caza, dientes perforados (usados como adornos), restos de cabras montesas y ciervos, y una estructura circular de 2 metros de diámetro en el vestíbulo que seguramente era la base de una tienda.
Otras evidencias de la ocupación halladas son lapas (de la costa más próxima que se encuentra a unos 20 km), raspas de salmones del río Nansa y restos de frutos de los bosques próximos.
Se sabe que existen niveles más antiguos de ocupación en el vestíbulo y en la entrada a la cueva, a raíz de artefactos líticos que van surgiendo en nuevos trabajos de excavación (p. ej. buriles).
El vestíbulo constituyó la ocupación normal de la cueva, y el interior se usó como santuario paleolítico posiblemente para el culto a la fertilidad o fecundidad.
El arte rupestre
El vestíbulo de Chufín tiene excepcionalmente un importantísimo panel de grabados, con catorce ciervas, un bisonte sin cabeza y otros bóvidos, un posible pez y varias líneas. Las ciervas se denominan trilineales por su tipo de trazado, repitiéndose esta técnica en otra cueva cántabra, Hornos de la Peña, y en las cuevas asturianas de la cuenca del Nalón.
El interior de la cueva consiste en una galería lineal de unos 50 metros terminando en una sima de unos 5m con una laguna artificial (consecuencia del embalse).
Es en esta zona final donde se ubican todas las pinturas; por el camino solo se encuentra un tectiforme hecho con el dedo sobre arcilla, conservado por una costra estalagmítica.
A continuación descrito las representaciones más destacadas:
- Puntos y rayas al final de la galería, posiblemente «puntos topográficos» delimitando el camino antes de llegar a la sima. Trazos pareados (con dedos). La «Venus de Chufín», de gran valor porque existen pocas venus paleolíticas pintadas. Aprovecha el volumen de la roca para destacar la zona abdominal (o quizá los pechos).
- Uro y caballo, en el mismo panel a continuación de la Venus de Chufín:
- En el lado opuesto, 3 nubes de puntos rojos:
- Antropomorfo con cabeza de ciervo, posiblemente un chamán. Aprovecha el volumen de la pared:
- Vulva (hueco natural) rodeada de puntos rojos:
En resumen, una cueva pequeña pero muy recomendable, con 3 o 4 pinturas de gran originalidad en el interior y un panel de grabados en el vestíbulo exterior. Pero además muy divertida de visitar, por lo peculiar del sendero hasta llegar a ella, y porque la cueva está sin acondicionar y hay que gatear unos cuantos metros.
Crédito de todas las fotos: Gobierno de Cantabria / Pedro Saura.

Foto: Roberto Sáez