Creo sinceramente que el interés por la paleoantropología se está extendiendo en los últimos años. Hace medio siglo se decía que todos los fósiles encontrados que permiten estudiar la evolución humana cabían en un ataúd. Hasta hace solo 60 años se tenía como bueno un fraude, el hombre de Piltdown, un burdo engaño combinando un cráneo de Homo sapiens con una mandíbula de simio que duró la friolera de 45 años, desde que se anunció su descubrimiento en 1908, llegándose a considerar el “eslabón perdido” y a denominar Eoanthropus dawsonii.
La última mención a los “gloriosos” orígenes de esta ciencia es la consideración que se daba a los neandertales cuando comenzaron a hallarse y a estudiarse, básicamente se les trataba como simios. A principios del siglo XX se describía al individuo de la Chapelle aux Saints así: “La bestia había caminado con las rodillas flexionadas y arrastrando los pies con la cabeza inclinada hacia adelante, sostenida por un cuello rechoncho y con el dedo pulgar del pie extendido a un lado como los chimpancés”, y esto no lo escribió cualquiera, sino el entonces director del Instituto de Paleontología Humana de París. Esta imagen de los neandertales se mantuvo más de 40 años hasta que, en 1957, un nuevo estudio del mismo esqueleto de la Chapelle aux Saints aclaró que su postura era como la nuestra, y se le trató de dar una imagen moderna de forma que, aseado y vestido a la moda, un neandertal no llamaría la atención en el metro de Nueva York.
En los últimos años han sucedido dos cosas importantes.
1) Se han descubierto muchísimas más evidencias para estudiar:
Por ejemplo, mientras escribía «Human evolution: a notebook» me di cuenta de que muchos de los especímenes que ahí describo se han descubierto después de nacer yo: concretamente 13 de 26, la mitad de los representantes tal vez más icónicos del registro fósil hominino. Además, muchos de esos fósiles han permitido denominar especies nuevas y posiblemente en nuestra línea evolutiva, tales como Australopithecus sediba, Homo habilis, Homo ergaster, Homo antecessor. Y también de los últimos años son nuevos yacimientos importantísimos: Malapa, Dmanisi, Atapuerca, etc.
Me detengo un momento en Malapa, de donde viene una especie que siempre me ha parecido interesantísima para leer y estudiar: Australopithecus sediba, mucho más grácil que los australopitecinos anteriores, y con rasgos faciales y dentición moderna. Pero una forma de bipedalismo muy peculiar, lo cual deja dudas sobre si esta especie se encuentra en el linaje directo de Homo sapiens.
No lejos de Malapa, otro de los yacimientos sobre los que hay que tener un ojo puesto en los próximos tiempos: Rising Star. Solo destaco ahora la forma de trabajo allí: difusión continua a través de webcams, videoconferencias, twitter, blog, talleres de investigación abiertos a cualquier científico… Sign of the times en la nueva paleoantropología.
Mención especial para los homínidos bípedos más antiguos descubiertos en la última década: Sahelanthropus tchadensis (7 millones de años), Orrorin tugenensis (6 Ma) y Ardipithecus (4,5 Ma A. ramidus y 5,5 Ma A. kadabba).
Destaco también la publicación en 2013 del cráneo 5 de Dmanisi (ver aquí), y el estudio relacionado de la gran variación local encontrada en los fósiles de 1,8 millones de años de ese yacimiento. Esta variación sería similar a la observada entre los primeros Homo de África, por lo que sus descubridores sugieren unificar las especies africanas Homo erectus, habilis, ergaster y rudolfensis en una sola Homo erectus.
En los últimos años sabemos también que Homo erectus era capaz de lanzar proyectiles con precisión hace 2 millones de años, gracias a una adaptación de su hombro. Y que era capaz de fabricar útiles complejos hace 1,5 millones de años (medio millón antes de que lo que se estimaba), gracias a una adaptación en los huesos de la mano que le dotaban de suficiente fuerza y destreza.
Y que los neandertales organizaban sus hogares, enterraban a sus muertos, creaban arte rupestre…
2) La genética nos ha permitido incrementar brutalmente el conocimiento de nuestros ancestros y las relaciones filogenéticas entre ellos:
Un ejemplo muy significativo es el descubrimiento de una población ancestral, los denisovanos únicamente a partir de su ADN, recuperado de un pequeño fragmento de falange encontrada en la cueva de Denisova (Rusia). Gracias a él sabemos que se extendieron desde Siberia hasta las islas del Pacífico, y que el ADN de las poblaciones humanas actuales de Melanesia tiene un 4% de genoma denisovano. Se ha llegado a encontrar rastro denisovano en el ADN mitocondrial de los habitantes de Sima de los Huesos, que poblaron la Península Ibérica hace 430.000 años.
Otros ejemplos. También a partir del análisis genético se sabe que entre el 1,5-2,1% del ADN de los humanos actuales no africanos tiene origen neandertal (más información en el artículo «Qué hay de nuevo con nuestro ADN neandertal«), y el 0,2% de los asiáticos y nativos americanos tienen origen denisovano. En 2013 se halló que los denisovanos se cruzaron con una especie desconocida, posiblemente Homo erectus, de la que adoptaron entre 2,7-5,8%. de sus genomas.
En España, tenemos el privilegio de estar viviendo un boom local en particular proveniente de nuestros yacimientos en la Sierra de Atapuerca, que ha sido habitada por hombres desde hace, al menos, 1,3 millones de años. El buen trabajo que allí se lleva a cabo, así como la excelente difusión del mismo, ha permitido que el interés por la paleoantropología esté creciendo claramente. Pues bien, en 2013 Atapuerca se inició el estudio del ADN humano más antiguo, de 430.000 años. Hasta entonces el ADN más antiguo analizado había sido el de un neandertal de 100.000 años en Bélgica. Esto da una idea del enorme camino que nos queda por recorrer en el ámbito de la paleogenética, y de todo su potencial de hallazgos.
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