Continuación de la entrevista a Manuel Domínguez-Rodrigo (parte 1 aquí: «Olduvai: tres homininos conviviendo en el mismo paisaje»), sobre los trabajos que lleva desarrollando en Tanzania desde 2006. Allí codirige un equipo hispano-tanzano (junto a Enrique Baquedano y Audax Mabulla) que investiga las capas más antiguas de la Garganta de Olduvai para desentrañar el origen del comportamiento humano, puesto en relación con la aparición de los primeros representantes del género Homo. Este trabajo se puede seguir en el sitio olduvaiproject.org. En 2019, el proyecto resultó finalista en la I Edición del Premio Nacional de Arqueología y Paleontología otorgado por la Fundación Palarq, que apoya las misiones arqueológicas y paleontológicas españolas en el extranjero (fundacionpalarq.com).
Nuevos enfoques para descubrir yacimientos
Sobre el comportamiento de los primeros humanos, llevamos décadas discutiendo las mismas cuestiones: cómo se ha formado un determinado yacimiento, qué hacían con las herramientas, cómo conseguían los animales que comían ahí… De hecho, para empezar, seguimos sin conocer muy bien qué comían que no fueran animales: el grueso de la dieta, como no está preservada de forma directa o visual, la hemos ignorado.
Hay una parte fundamental que es necesario analizar con un trasfondo de biología evolutiva, ya que no hay ningún comportamiento subsistencial que no esté vinculado a una estrategia socio-reproductora, a un comportamiento social. Todos los modelos de conducta planteados desde hace 50 años se basaban en unos pocos yacimientos con preservación pobre, y había uno excepcionalmente preservado, el Zinj, como referente para todos ellos. No había ningún modelo que se planteara que no estuviera contrastado o fundamentado con este yacimiento. Y efectivamente Olduvai es un punto y aparte con respecto a todo lo demás que hay en África de estas cronologías. Pero se necesitan más yacimientos para comprobar si lo que cuenta Zinj es marginal o representativo de la conducta de estos homininos.
Lo que hemos hecho nosotros es cambiar la orientación. Entendemos que el mundo social de estos homininos no puede estudiarse solo desde un enfoque arqueológico: hemos mirado al paisaje actual con los ojos de cómo era hace 2 millones de años, y hemos aplicado herramientas de inteligencia artificial que nos ayuden a entender y a seleccionar partes de ese paisaje. Una vez que combinamos los dos enfoques, comenzamos a descubrir yacimientos nuevos por primera vez en 50 años, donde nadie había pensado que los hubiera. Y la fortuna nos acompañó, porque algunos de esos nuevos yacimientos están preservados igual de bien que Zinj, y además son antrópicos: son acumulaciones generadas casi exclusivamente por homininos, y varias de ellas sobre la misma paleosuperficie (exactamente sobre un mismo paisaje, aunque en momentos distintos).
En definitiva, es una vuelta a la estrategia original que planteó Mary Leakey: un yacimiento no se entiende bien si no eres capaz de abrir una ventana suficientemente grande, si no te acercas a él con los ojos del que se acerca a un campamento de cazadores-recolectores. Así, nos hemos acercado a esas ventanas de esos grupos de homininos, y vemos cómo están explotando toda la zona en ese momento.
Al abrirnos en extensión, la sorpresa es que algunos de estos yacimientos son todavía más espectaculares que Zinj, la ventana más grande que había al Pleistoceno inferior hasta hace poco tiempo. Zinj en su parte excavada es inferior a 300 m2, y nosotros hemos terminado de excavar un yacimiento que ha duplicado esa extensión: un espacio tan grande que podemos más o menos seguir la pista de ese grupo de homininos según se está moviendo sobre su superficie.

Foto © Proyecto paleoantropológico y paleoecológico de la garganta de Olduvai, IDEA (Instituto de Evolución en África)
La organización espacial de los homininos
Tres de los yacimientos mencionados se han preservado, sin que los procesos de sedimentación ni los carnívoros posteriores los hayan alterado de manera significativa. Así, estamos descubriendo qué hacían esos homininos cuando entraban con sus herramientas y con su comida e iniciaban el proceso de consumo. Y nos damos cuenta de que Zinj no es marginal, sino que hay un patrón: el comportamiento se repite en estos yacimientos.
Esos nuevos sitios nos cuentan que aquellos grupos de homininos funcionaban de forma muy cohesiva:
- Si entras en un campamento base de los cazadores-recolectores de Hadza, encuentras que cada unidad familiar tiene su espacio, su uso particular del campamento, y genera su propia acumulación de materiales. Es decir, un cazador-recolector actual viene con un antílope y lo secciona en tantas unidades como familias hay: ese animal se disgrega en el espacio del campamento. Un arqueólogo del futuro podrá observar este sitio organizado en distintos clusters y definir un número mínimo potencial de unidades socio-reproductoras.
- En cambio, en los referidos yacimientos de Olduvai no ocurre nada de eso: con independencia de que sean más o menos extensos, el grueso de todos los restos de animales procesados se concentra en espacios de entre 20-30 m2. Los animales que entran en uno de aquellos yacimientos permanecen en ese cluster, no salen de ahí, son procesados y consumidos colectivamente por el grupo en ese espacio.
Esto nos dice que hay una conducta social y reproductora muy distinta de la nuestra. La familia tal como la entendemos nosotros no existe en ese momento. Son grupos que socialmente funcionan más como una manada de leones: colectivamente consiguen alimento, y colectivamente lo consumen en el sitio. La diferencia está en que lo aportan una y otra vez exactamente al mismo lugar. Esto implica un grado de cooperación muy grande. Hay que pensar en cuál es la estrategia socio-reproductora que hace que machos y hembras en estos grupos no estén compitiendo en la reproducción, ya que en este caso no estarían usando ese espacio tan restringido de manera colectiva y cohesionada.

Foto © Proyecto paleoantropológico y paleoecológico de la garganta de Olduvai, IDEA (Instituto de Evolución en África)
¿Cuántos eran?
Hay fórmulas basadas en el estudio de los cazadores-recolectores actuales, que mediante aproximaciones de regresión permiten estimar cuál es el tamaño del grupo en función de la cantidad de materiales que queda acumulada en los campamentos.
Aplicando estas fórmulas de manera muy conservadora, resulta que en esos yacimientos los grupos tendrían un rango mínimo de 18-30 individuos con un 95% de probabilidad. Este número lo consideramos ya de hecho grande, porque cualquier reconstrucción, ya sea académica o divulgativa, siempre suele considerar grupos algo más pequeños.
Por otra parte, tenemos pisadas en Koobi Fora que nos han ayudado a reconstruir, en cronologías parecidas a estas, un grupo de 16 individuos que está merodeando (un grupo que merodea se supone que no es el grupo entero): está buscando colectivamente alimentos moviéndose por el paisaje. Esta es una aproximación indirecta, pero indica que aquellas regresiones no andan desencaminadas.

Foto © Proyecto paleoantropológico y paleoecológico de la garganta de Olduvai, IDEA (Instituto de Evolución en África)
El comportamiento difiere en función del hábitat
Hemos identificado un patrón muy regional de África oriental, que ocurre sobre todo en la transición de yacimientos olduvayenses y achelenses coexistiendo en el espacio: el olduvayense está más vinculado con las llanuras lacustres donde se están explotando recursos animales, mientras que el achelense está vinculado con medios más fluviales donde se realizan otra serie de actividades.
De hecho, en la mayor parte de yacimientos achelenses no hay evidencia clara de que haya consumo de animales, y cuando en esa cronología achelense tenemos homininos y fauna consumida, la industria que aparece asociada no es la de bifaces sino la de cantos y lascas.
Hay por tanto una plasticidad conductual que se refleja en variabilidad de formas de yacimiento, de tipos de industria y de asociación de fauna en función del tipo de hábitat: lago, río, bosque…

Foto © Proyecto paleoantropológico y paleoecológico de la garganta de Olduvai, IDEA (Instituto de Evolución en África)
Consumo regular de megafauna
Antes de 2 millones de años (Ma) hay muy pocas evidencias de que los homininos estén interviniendo sobre animales de gran tamaño, entendidos como de 1 tonelada o más. Esporádicamente tenemos algún hipopótamo o pieza similar.
Sin embargo, a partir del nivel basal del Lecho II (1,6-1,7 Ma) encontramos que, por ejemplo, en Koobi Fora empiezan a incrementarse los restos de megafauna manipulados de forma antrópica. Y en Olduvai aparecen prácticamente en la mitad de los yacimientos que existen desde esa cronología en adelante.
Hay yacimientos espectaculares donde, a partir de determinados niveles como en BK, el grueso es megafauna. En BK Leakey descubrió 24 perolovis en los 1950, que eran difíciles de explicar y se interpretaron inicialmente como una matanza colectiva. Luego nosotros hemos visto que hay fenómenos más complejos, incluyendo la deposición natural en algunos ejemplares, mientras que otros sí tienen clara intervención antrópica. Por tanto, son yacimientos que hablan no de consumo esporádico, sino que la mayor parte son megafauna (perolovis, elefante, jirafa, hipopótamo) explotada regularmente.
Poniendo esto en relación con el tamaño de los yacimientos, este es el momento en que pasan por ejemplo de los 300 m2 del Zinj a los más de 3000 m2 de BK. De nuevo, indica que eso lo produce un grupo grande con mucha necesidad de abastecimiento, lo cual justifica que intervenga sobre este tipo de animales de gran tamaño. El cómo los consiguen es otra historia, pero que los están buscando y consumiendo con mayor frecuencia está evidenciado en el registro.
Más información:
Pingback: El comportamiento de los primeros Homo en Tanzania — Nutcracker Man – Neurociencias divertidas
muchas gracias por esta publicación, tan clara, tan interesante y con una lista de detalles completamente nuevos y sorprendentes!!!
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