Un ejemplo clásico de evolución: la tolerancia a la lactosa. ¿Por qué surgió?

Es raro que bebamos leche. Una vez termina el amamantamiento de las crías, los mamíferos dejan de beber leche y abandonan esta actividad infantil. Pero los humanos adultos no dejamos de hacerlo, sobre todo en sociedades occidentales, y algunas de África, del sureste asiático, de Oriente Medio y Norteamérica. Parece mentira, pero en realidad la mayoría de humanos adultos actuales ni siquiera tiene la capacidad de digerir la leche, ni la han tenido casi todos los humanos que han existido antes.

¿Cuál es el motivo? Nuestro gen LCT codifica una enzima llamada lactasa que permite digerir la leche. La leche tiene un azúcar llamado lactosa, y en nuestro estómago la lactasa divide en dos la lactosa produciendo glucosa y galactosa. Pues bien, tras el destete, cuando la actividad del gen LCT se reduce en un individuo, este pasa a ser intolerante a la lactosa.

Hace pocos milenios, apareció una mutación genética que mantiene la producción de lactasa en adultos, proporcionándoles la tolerancia a la lactosa. Es uno de los ejemplos clásicos para ilustrar que la evolución humana continúa. Esta adaptación ha permitido a un tercio de la población mundial consumir leche no fermentada de otros animales. Mientras tanto, las personas intolerantes a la lactosa, si consumen leche de otros animales, acaban sufriendo molestias que en principio no son graves: hinchazón y dolor de vientre, vómitos, diarrea, flatulencia… Esto lo provoca la falta de lactasa, o su actividad reducida, que hace que la lactosa no se digiera en el intestino delgado, de modo que llega al colon donde se encuentra con bacterias que pueden descomponerla y fermentarla, produciendo acumulación de gas y los síntomas descritos.

La narrativa clásica sitúa la aparición de esta mutación hace entre 5000-10000 años, y su expansión de forma gradual asociada al aumento de consumo de leche de los animales domesticados en el modo de vida neolítico, es decir, una coevolución gen-cultura. Por ejemplo, hace más de 7000 años la leche ya formaba parte de la alimentación en pueblos de Turquía, Rumanía y Hungría, y hace 6000 años en las islas británicas. Esto se puede detectar en los residuos de grasas lácteas que quedan en los poros de los recipientes arqueológicos. Además, según modelos matemáticos que aúnan evidencias genéticas y arqueológicas, hay una distribución significativa de los genes de la persistencia de la lactasa por el noroeste europeo, lo que se asume como una posible ventaja para los humanos de aquella región: beber leche podría haber compensado la falta de sol y sus niveles más bajos de vitamina D, necesaria para asimilar el calcio. Desde hace 3000 años, con el inicio de la Edad de Bronce, la expansión de esta mutación por Eurasia va tomando la amplitud que conocemos en la actualidad.

Variación regional en el uso de leche en la Europa prehistórica. Figura 2 en Evershed, R.P., Davey Smith, G., Roffet-Salque, M. et al. (2022).

Sin embargo, una nueva investigación sobre este tema nos obliga a actualizar esta narrativa y añadir una nueva hipótesis. El trabajo ha consistido en:

  • Trazar un mapa de los patrones de consumo de leche en los últimos 9000 años, a través de casi 7000 restos de grasas animales detectados en miles de fragmentos de cerámica de 554 yacimientos de Anatolia, Oriente Próximo y Europa.
  • Combinar datos de ADN antiguo, fechas de radiocarbono y arqueología mediante nuevas técnicas de modelización informática.
  • Analizar el biobanco genético del Reino Unido para obtener datos de poblaciones actuales que relacionen el consumo de leche con la salud en individuos tolerantes e intolerantes a la lactosa.

Lo que se ha visto es que hasta hace 5000 años las poblaciones humanas eran mayoritariamente intolerantes a la lactosa, y eso a pesar de que los humanos llevaban bebiendo leche desde hace casi 10000 años. El ADN antiguo de 1786 humanos prehistóricos de Asia y Europa muestra que casi todos eran intolerantes.

Por tanto, no está tan clara la relación entre el consumo de leche generalizado y la expansión de la mutación genética. En cambio, este trabajo sugiere una relación con las presiones en la selección natural derivadas de hambrunas y epidemias. Los intolerantes a la lactosa pueden consumir algo de leche y tener molestias, pero sin enfermar. Pero en contextos de enfermedades infecciosas (frecuentes en los grandes asentamientos neolíticos) o de desnutrición en épocas de hambruna, el mayor consumo de leche generaría más mortalidad entre los intolerantes a la lactosa que entre los que tenían una nutrición más adecuada, propiciando el aumento proporcional de tolerantes a la lactosa en la población. Es decir, la evolución actuaba no tanto en el sentido de que la mutación genética ofreciera una ventaja a los que portaban la mutación, sino que los intolerantes sufrían las consecuencias más severas del alto consumo de alimentos con lactosa, por ejemplo, motivadas por diarreas. De una u otra forma, la selección natural hacía su trabajo.

Mapa mundial de la intolerancia a la lactosa en poblaciones recientes. Se representa una media de todos los grupos étnicos de la población total de un país (con extrapolación en caso de datos deficientes). Crédito: Food Intolerance Network / NmiPortal

Más información: Pan y queso en la prehistoria | Nutcracker Man

Referencias:

3 pensamientos en “Un ejemplo clásico de evolución: la tolerancia a la lactosa. ¿Por qué surgió?

  1. Fantástico post, Roberto. Es que muchas veces se nos olvida que, hasta hace bien poco, lo habitual entre las poblaciones humanas era no comer… Habría que desmitificar esa narrativa de que antes se comía mejor y más natural… Más natural sí, pero bastante menos y mucho peor

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