Los neandertales podrían haber pintado en Ardales varias veces durante 20.000 años

Los neandertales podrían haber pintado en Ardales varias veces durante 20.000 años

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La cueva de Ardales (Málaga, sur de España) fue descubierta en 1821 cuando un terremoto expuso una entrada. Desde 1852, se abrió para las visitas públicas, pero no fue hasta 1918 cuando Henri Breuil y otros reconocieron su arte paleolítico. En las siguientes décadas, no se prestó mucha atención investigadora a la cueva hasta 1990, cuando se realizó un inventario completo del arte rupestre, compuesto por más de 1000 pinturas y grabados ejecutados sobre superficies variadas: paredes, techos, espeleotemas, bloques derrumbados…

En la zona de la entrada y adyacentes predominan los motivos rojos abstractos: signos de distintas formas y tamaños, y dos huellas de manos negras pintadas en negativo. En cambio, en el interior abundan los grabados y pinturas de animales (caballos, bóvidos, cabras, serpientes, etc.), a las que se ha observado estilos de los periodos gravetiense, solutrense y magdaleniense. Hay zonas donde pigmentos negros se superponen a otros rojos más antiguos. Toda esta distribución espacial y de pigmentos sugiere que los motivos abstractos rojos son las representaciones más tempranas en la cueva.

En 2018 se dataron mediante uranio-torio distintas muestras de costras de carbonato depositadas sobre las pinturas rojas de cortinas estalagmíticas, obteniendo fechas asombrosas de entre 65 ka (miles de años) y 45 ka. Esto indicaba una utilización de este sitio por parte de los neandertales durante 20 ka (D. L. Hoffmann et al, 2018), dado que era la única especie humana que habitaba la zona en esa cronología. En aquel paper también se daban fechas de unos 65 ka para pinturas de otras dos cuevas españolas: una huella de mano en Maltravieso (Cáceres) y un signo escaleriforme en La Pasiega (Cantabria). Este trabajo fue contestado (L. Slimack et al, 2018) con reparos sobre el método de datación, sobre todo en Maltravieso y La Pasiega, mientras que sí reconocían una fecha mínima de 47 ka para los pigmentos de Ardales, aunque con dudas sobre el origen natural del mismo. Como respuesta, los autores volvieron a aportar más información sobre la validez del método (D. L. Hoffmann et al, 2018), y posteriormente demostraron que el pigmento de la estalagmita de Ardales tuvo un origen de aplicación antrópica y no natural (Á. Pitarch Martí et al, 2021). Sigue leyendo

Una interpretación de la cabeza de Australopithecus anamensis

Una interpretación de la cabeza de Australopithecus anamensis

En 2019 se publicó el primer cráneo que se ha podido asociar a la especie Australopithecus anamensis. Se trata del fósil MRD VP-1/1, apodado simplemente MRD, encontrado en 2016 en Woranso-Mille (Etiopía), y datado en unos 3,8 Ma (millones de años).

Es un cráneo pequeño, de 365-370 cc, de tamaño similar al de homininos más antiguos como Sahelanthropus tchadensis o Ardipithecus ramidus, y por debajo del rango de tamaños observado para Australopithecus afarensis (probable especie sucesora de Au. anamensis). Tiene otros rasgos primitivos muy marcados, como la cresta sagital y la constricción posorbital. En cambio, tiene características comparables a las de Au. afarensis en la cara (robusta, larga y prognática), las órbitas y la región occipital. No aporta mucha información dental, salvo un canino derecho, que es muy grande, un diastema entre los dientes I2-C, y otros dientes muy desgastados.

En general, la morfología de MRD parece confirmar la posición de la especie Au. anamensis entre Ar. ramidus y Au. afarensis en la filogenia humana. Por supuesto, Au. anamensis era ya una especie totalmente bípeda, como las otras dos mencionadas, según indican claramente los restos de tibia hallados, con extremos anchos y esponjosos para absorber las cargas de la locomoción bípeda.

El cráneo MRD vino a darnos una idea de cómo era la cabeza de Australopithecus anamensis, hasta entonces solo conocida parcialmente por varios fragmentos con rasgos muy primitivos hallados en la zona de Kanapoi (Kenia), y datados en unos 4,2 Ma. Entre ellos destacan el maxilar KNM-KP 29283, que tiene un paladar profundo y caninos con robustas raíces y coronas, y la mandíbula KNM-KP 29281 (holotipo de la especie) relativamente pequeña y estrecha, en forma de «U», un ligero diastema entre P3-C, y una sínfisis mandibular muy inclinada hacia atrás, que presenta en el interior un engrosamiento robusto y alargado. Sigue leyendo

Homo imperfectus. ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución? Reseña

Homo imperfectus. ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución? Reseña

María Martinón-Torres. Homo imperfectus. ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución? Ediciones Destino, 2022. 272 pp.

Once estupendos y animados diálogos entre escritor y lector. María Martinón-Torres reflexiona sobre nuestro pasado y presente como especie a través un recorrido por aparentes «chapuzas», enfermedades o imperfecciones que la evolución nos ha ido dejando como rastro, y los motivos de ello.

Para ello, la autora plantea once grandes temas bajo un esquema similar: va introduciendo cada uno con el apoyo de citas literarias (que demuestran lo gran lectora que es) y experiencias personales, reta al lector de manera contundente (¡estamos locos!, ¿qué está sucediendo aquí?, vaya chapuza…), y logra un enganche (diálogo) donde primero deja al lector un espacio para pensar, y luego expone su visión desde la medicina y desde la paleoantropología, sin que lleguen a resultar densos los párrafos más técnicos.

Martinón-Torres escribe como habla, es decir, muy bien, con una enorme cercanía, sabiduría y sencillez para contar temas complejos como la muerte, la vejez, la ansiedad, los trastornos del sueño, el cáncer, las infecciones, la adolescencia, la alimentación, las alergias, la violencia y la consciencia de la muerte. Por ejemplo, destaco estos fragmentos:

«No es de extrañar que el pensamiento científico y el artístico vayan con frecuencia de la mano y se den cita dentro del mismo genial sujeto, dado que, al final tanto el arte como la ciencia requieren creatividad, una forma diferente de ver las cosas». Fijaos qué maravilla de texto que, por otra parte, también justifica la necesaria unión entre la ciencia y la forma de contarla.

«Hoy en día, la adolescencia ha perdido parte de su escenario natural (…) [El] contexto podría haber cambiado demasiado rápido, por lo que se produce un desajuste entre las condiciones actuales y aquellas en las que se desarrollaron nuestras capacidades [durante la adolescencia humana]». Como padre, desde luego me ha resultado tan enriquecedor como inquietante el capítulo sobre la adolescencia y su motivación evolutiva.

«Ese mismo cuerpo, optimizado para la vida al aire libre, para la caza y la recolección, para una actividad física intensa y exigente, se pasa ahora tres cuartos del día, al menos, sentado o acostado». Poco me parece lo que la autora «critica» este hecho como fuente de la mayor parte de problemas de nuestro estilo de vida moderno.

La pleiotropía es un concepto que aparece varias veces en el libro, con ejemplos muy interesantes del fenómeno por el cual algunos genes tienen efectos en más de un sistema de nuestro cuerpo, de los que unos son ventajosos y otros costosos, pero la selección natural hace primar el beneficio sobre los daños colaterales.

Por último, no quiero dejar de mencionar las sensibles ilustraciones de Juan Francisco Mota que acompañan al texto de una manera preciosa. En conjunto, un libro distinto y de lectura ágil, con mucha ciencia que nos afecta e interesa absolutamente a todos como humanos imperfectos que somos.

Portada e ilustración, libro Homo imperfectus

Desde Laos… un probable molar denisovano, o neandertal

Desde Laos… un probable molar denisovano, o neandertal

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Se acaba de presentar un diente (TNH2-1) hallado en 2018 en la cueva Tam Ngu Hao 2 (se traduciría como Cueva Cobra), en las montañas Annamite, Laos. Se trata de un molar inferior (M1 o M2) datado en 164-131 ka (miles de años), una antigüedad que le hace ser el primer Homo bien fechado en el Pleistoceno medio del sureste asiático continental, y en el rango cronológico de los restos denisovanos más antiguos conocidos por el momento. TNH2-1 tiene una corona de grandes dimensiones y una superficie oclusal compleja, que lo hace diferente de los dientes más pequeños y morfológicamente más simples de Homo floresiensisH. luzonensis H. sapiens, y cercano a los molares de neandertales y denisovanos.

El desarrollo del molar está recién completado y no tiene apenas desgaste, lo que sitúa la edad de muerte de su propietaria entre 3,5 y 8,5 años. Y es que no conserva ADN, pero sí restos de proteína que han permitido saber que era un individuo femenino, aunque ninguna información que permita distinguir si era de neandertal o de denisovano. Los proteomas de esmalte son menos informativos que otros tejidos para poder determinar su proximidad filogenética.  Sigue leyendo

Qué es la Paleoantropología Digital

Qué es la Paleoantropología Digital

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Desde su nacimiento, la antropología siempre se ha apoyado en la imagen para aprender y transmitir el conocimiento sobre las sociedades humanas. Partiendo de ser un mero soporte a la palabra, y a veces infravalorado, lo visual ha pasado a ser eje fundamental de los trabajos etnográficos, junto con la utilización de técnicas que exploran distintos sentidos, y dotan a las experiencias humanas de una perspectiva multisensorial y multimedial.

El nacimiento del mundo digital ha impulsado la incorporación de las nuevas tecnologías en la investigación, acelerando los planteamientos hipertextuales y el alejamiento de la vieja linealidad. La ruptura de la barrera entre lo virtual y lo real provoca nuevos comportamientos sociales, y lo digital puede ser objeto, método o campo en el estudio antropológico.

Lucy, el origen de la paleoantropología digital

La paleoantropología no se ha quedado al margen de este desarrollo, y casos como el de Lucy así lo demuestran. El esqueleto de esta pequeña Australopithecus afarensis no se ha hecho famoso por su descripción científica de Donald Johanson y otros en 1976, sino seguramente por otros muchos motivos de índole social, acompañados por diversos mecanismos que utilizan todos los sentidos para evocar en nosotros una tierna imagen de Lucy.

Recordamos la icónica imagen de sus huesos colocados anatómicamente sobre un fondo negro, las decenas de reconstrucciones en dibujos, pósters y esculturas realizadas por paleoartistas, muchas de ellas inspiraciones para modelizaciones 3D de australopitecos empleadas en documentales y vídeos de Youtube, la música de Lucy in the sky with diamonds (no me negaréis que os está resonando ahora mismo), conferencias como las del mismo Johanson, en las que la mayoría de sus diapositivas y palabras están orientadas a tocar las emociones de los asistentes, reproducciones virtuales 3D e imprimibles de todos sus huesos, infografías sobre cómo murió Lucy al caer de un árbol… Creo que Lucy, «la abuela de todos», la pequeña y tierna Lucy, marcó el camino para el nacimiento de la paleoantropología digital.

Escultura de Lucy, Australopithecus afarensis (Museo de la Evolución Humana, Burgos)

Reproducción de Lucy, Australopithecus afarensis (Museo de la Evolución Humana, Burgos), por Elisabeth Daynès. Crédito: Roberto Sáez

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