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Hace casi dos años, nos quedamos con la noticia de que Sahelanthropus tchadensis podría en realidad no ser bípedo y por tanto no ser un hominino (Macchiarelli et al, 2020). Tradicionalmente, en los textos sobre evolución humana se ha incluido a esta especie como el representante más antiguo conocido de los homininos (perteneciente a la filogenia humana, que se separó del linaje de los chimpancés hace unos 6-7 Ma, millones de años), principalmente por el foramen magnum (orificio donde se inserta la columna vertebral) en una posición más centrada en el cráneo que los primates cuadrúpedos (Brunet, 2002), lo que corresponde a un ser bípedo.
La bipedación es un factor clave para que una especie se considere como hominina, junto con la reducción del canino y la pérdida del complejo canino-premolar. Precisamente, la datación estimada para los fósiles de Sahelanthropus tchadensis coincide aproximadamente con esa cronología; de ahí la importancia de esta especie para entender nuestra evolución, y para estar estudiando una rama de nuestro árbol muy cercana al Último Ancestro Común de humanos y chimpancés. Tan solo otra especie se aproxima a dicha cronología, Orrorin tugenensis, cuyos restos de fémur sugieren que era un ser bípedo, pero hasta 2020 no se había publicado el fémur de Sahelanthropus, elemento esquelético fundamental para entender su tipo de locomoción. Por la obvia limitación del registro fósil del Mioceno, la dificultad de clasificar unos fósiles dentro o fuera del linaje hominino es enorme, y las dudas sobre su bipedación la empeoran.
Un fémur parcial y dos cúbitos se hallaron en 2001 en Toros-Menalla, Chad, cerca del lugar donde se recuperó el holotipo de Sahelanthropus tchadensis en el mismo año, el icónico cráneo apodado Toumaï («esperanza de vida» en dazaga, lengua local de Chad). También se encontraron algunos dientes y fragmentos mandibulares. Aunque no se puede asegurar que los restos poscraneales y el cráneo sean del mismo individuo, sí que hay un consenso alrededor de que pertenecen a la misma especie S. tchadensis. Además, las diferencias respecto al fémur de Orrorin tugenensis (BAR 1002’00) garantizan que efectivamente ambos huesos son de especies diferentes. Sin embargo, Macchiarelli y otros planteaban serias dudas respecto a que los huesos poscraneales fuera de un individuo bípedo habitual, sino más bien de un grupo derivado de Pan (chimpancés), o de una radiación adaptativa de homínidos africanos acaecida entre el Mioceno final (que termina hace 5,3 Ma) y el Plioceno inicial, con grupos extinguidos que tendrían una morfología novedosa y una mezcla de rasgos primitivos y derivados que recuerdan en parte a homininos y a paninos.

Restos poscraneales de Sahelanthropus tchadensis: fémur TM 266-01-063, y cúbitos TM 266-01-358 y TM 266-01-050. Crédito: Guillaume Daver et al, 2022.
Poco después de aquello, Franck Guy, Guillaume Daver, y otros publicaron un preprint donde analizaban los materiales originales del mismo fémur izquierdo y de dos cúbitos, en comparación con otros primates (chimpancé, gorila, orangután, simios del Mioceno, Orrorin, Ardipithecus, Australopitecus, especies extintas de humanos y Homo sapiens). Este trabajo es el ahora publicado en Nature (Daver, Guy, Mackaye et al, 2022), y que ha despertado tanta atención entre la comunidad científica y el público general. Basándose en una veintena de características morfológicas y biomecánicas estudiadas, Daver y otros sostienen que S. tchadensis era efectivamente un bípedo habitual cuando caminaba sobre el suelo y también sobre las ramas de los árboles, mientras que los huesos del antebrazo indican que era cuadrúpedo para trepar a los árboles, pero de manera distinta al chimpancé y al gorila.
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